viernes, 18 de febrero de 2011

ESCENAS 10, 11 Y 12


ESCENA 10

Se encienden las luces. Mary y Daniel hacen de padres de Dora.
MARY: (Ve entrar a Dora, cansada). Decime, ¿éstas son horas de llegar?
DORA: (Más adulta que en la escena anterior.) Mamá, no me hinches, por favor.
MARY: ¿Por dónde estuviste?
DORA: ¡Dónde voy a estar! En el teatro. Con el asunto del Director.
MARY: Lo que faltaba, que estés perdiendo el tiempo por un tipo que ni conocés.
DORA: Pero, mamá, el Director es fascinante. Inteligente, brillante. No sabés cómo estamos todos. Mañana daremos la función. ¡Hay unos nervios! Será una noche espléndida.
MARY: Ese tipo vive a costillas de Uds., se burla de Uds.; los ve jovencitos, inexpertos, y claro, se hace el caldo gordo.
DORA: ¡Ay, mamá, vas a empezar otra vez! Vos no creés en nadie. 
MARY: Decíme, hace dos semanas que estás viniendo tardísimo, dos semanas que ni agarrás un libro, y andás oliéndole el culo a ese viejo.
DORA: Sabés una cosa mamá, creo que tenés envidia, que odiás a toda persona que tenga talento. Odiás a Mary porque es bailarina, odiás a Marcos porque es inteligente y administra el teatro, peleando por sus ideales. Claro, Daniel en cambio, es una persona excelente, respetuosa, que estudia, que quiere ser alguien. (Sigue en tono irónico.)  Y Daniel, para que lo sepas, es un miedoso. Hoy no quiso firmar una nota para pedirle al Director que cambie la partitura. Pero tu Danielito, tan buenito, también se quedó hasta tarde en el teatro. ¿Y sabés por qué? Porque el Director nos fascina a todos porque tiene talento, porque llevará nuestro teatro adelante.
MARY: Adelante, adelante vas a tener que ir vos, si a tu padre lo despiden del trabajo. Tu padre no vino a cenar, y está trabajando como loco, haciendo horas extras; para colmo no se las pagan, y todo para qué, para que no lo despidan, y por qué, porque él quiere que su hija estudie. Y su hija pierde el tiempo con todas esas pavadas. 
DORA: Para que sepas, tal vez me dejen salir a escena y me paguen unos pesos.
MARY: Entonces tendrás que adelgazar, ¿o vas a actuar de levanta pesas?
DORA: No sabés hacer otra cosa que ofender. Mirá, mamá, sabés que sos vos, sos una amargada.
MARY: Seré una amargada, pero no soy una idiota como vos, que te dejás usar por un tipo que ni conocés. No, ya vas a ver dónde se van tus fascinaciones, y después vas a venir a llorar aquí, "que el director de orquesta nos usó, que fuimos unos estúpidos". Acordate lo que te digo, y no te olvidés; estás perdiendo el tiempo, tanto vos como tus amiguitos. Y ese viejo chupasangre se hace sus pesos y su propaganda a costa de Uds.
DORA: Decime, mamá, ¿nunca tuviste ilusiones?
MARY: En mi casa había que trabajar, y no había para tantas milongas. Mi única ilusión era casarme con un hombre decente y vivir decentemente.
DORA: ¿Y qué es vivir decentemente? ¿Estar encerrada aquí, cocinando, planchando, mirando la televisión?
MARY: ¿Y qué te pensás vos que es la vida? Claro, para vos vivir es fácil, si papá trabaja, si la nena estudia y siempre tiene para comprarse ropa, si sale los sábados, si no sabe lavarse una bombacha. No, si la nena no nació para estas cosas. ¿Para qué está la madre, para qué está la sirvienta de la casa, y el padre trabajando como un burro? Más decente serán esas locas que se la pasan puteando en el teatro.
DORA: Las chicas son decentes, o te creés que hay que ir al teatro para ser puta. O me vas a decir que la tía Elvira iba al teatro.
MARY: Bajá el tono o te rompo los dientes.
DORA: Vos rompés los dientes cuando no te conviene.
MARY: Mi hermana tuvo mala suerte, eso es todo.
DORA: Pero no tenía ilusiones de bailarina ¿no? (Sale.)
Se apagan las luces.

ESCENA 11

Se encienden las luces. Mary y Daniel como padres de Dora.
DANIEL: ¿Siempre llega tan tarde?
MARY: Cada vez peor.
DANIEL: Es peligroso que ande por ahí a estas horas.
MARY: (Llorosa, ya está más vieja.) Yo no sé, ya no se le puede decir nada. Antes era la facultad, después empezó con lo del teatro, y ahora dice que se tiene que quedar en la oficina. ¿Ay viejo, estoy tan amargada! ¡Ya no sé, a veces pienso...!
DANIEL: Vamos, vieja, no desconfiés de tu hija. Ahora está trabajando, nos pasa algo de su sueldo, no se compra ropa, sábados y domingos está tirada escuchando música, no sale... ¿Qué querés que le diga? Si hasta me da lástima; ya no tiene amigos, está como triste, como...
MARY: (Interrumpe.) ¡Mejor que no tenga amigos! ¿O querés que termine como Marcos, o como esa otra, la Mary...?
DANIEL: ¿Se fue a París, ¿no?
MARY: Claro, cuando las cosas no anduvieron bien se fue enseguida. En cambio Dora pagó las consecuencias. No me dice nada, pero yo se lo anticipé. Por eso anda con la cara larga, porque se dio cuenta que los padres tienen razón. Un día le dije: "te  están usando, ese viejo los está usando". Pero, ella... tenías que ver, ¡estaba fascinada con su Director de Orquesta! Ahora ese teatro está cerrado, dejó de estudiar, y trabaja como una burra. ¿Alguien la ayudó, decime alguien la ayudó? Hasta un día insultó a Elvira, y ahora tiene que ir a pedirle ropa si quiere ir a alguna parte.
DANIEL: ¡Las vueltas de la vida!
MARY: No hay que escupir para arriba. Mejor callarse, porque uno no sabe de quién va a necesitar. Si Elvira no nos daba ese dinero, no sé con qué hubiésemos sobrevivido. Ahora le bajó el copete, ahora que ella trabaja se da cuenta de lo que es el sacrificio de su padre.
DANIEL: ¡Los jóvenes viven de ilusiones!
MARY: Las ilusiones no sirven para llenar el estómago.
MARCOS: Pero algún día hay que vivir de ilusiones, aunque sea uno solito. ¡Pobre Dora, está tan triste...!
MARY: Le hará bien, así se irá dando cuenta de que la vida no es fácil.
DANIEL: Es cierto. Pero si no me hubiesen despedido, tal vez sería médica.
MARY: Mirá, yo creo que hizo bien en dejar la facultad. Si no le gustaba, viejo, hay que convencerse. Vos querías que estudiara medicina, pero esta hija tuya tiene la cabeza fresca. ¡El bailecito, a ella le importaba el bailecito! Mirala ahora cómo está de gorda, ni la chacarera puede bailar.
DANIEL: ¡Callate, vieja, que ahí viene!
DORA: (Entrando.) ¡Hola viejo, cómo estás! ¿Qué tal mamá? ¿Qué hacen levantados? Es tardísimo.
MARY: ¿Qué te quedaste haciendo hoy?
DORA: Mamá, por favor no empecés
MARY: (Irónica.) ¿Tuviste horas extras o te encontraste con alguna amiguita?
DORA: ¡Por favor, mamá!
DANIEL: Tu madre se quedó para calentarte la cena.
DORA: Papá, yo no le pido que se quede. Duerman, háganme el favor, acuéstense.
MARY: (A Daniel.) Claro, no ves, si esta mocosa no te agradece nada.
DORA: Mamá, si te quedás, te quedás porque querés.
MARY: No, no te digo, si criar hijos para qué... para que te den una patada.
DANIEL: Tu madre está cansada, Dora, comprendela.
DORA: Pero, papá, ¿quién me comprende a mí? Trabajo todo el día, me quedo cinco minutos tomando un café con un amigo y...
MARY: Empezá de nuevo, dale, a ver si terminás como la otra vez.
DORA: (Enojada.) ¿Vas a seguir revolviendo mierda?
MARY: ¡Ah! Ahora es mierda, antes era fascinación...
DANIEL: ¡Cállense, por favor, los vecinos que van a decir!
DORA: Los vecinos me importan un comino...
MARY: Sí, te importa todo un comino, ¡qué te va a importar a vos...! A vos no te importa nada, ni tus padres, que se quedan a esperarte. Decime ¿no podías avisar?
DORA: Pero si me encontré con Daniel, cuando iba a esperar el colectivo, cómo iba a saberlo...
MARY: (A Daniel.) No te digo, otra vez. ¿Y qué quiere ese Daniel ahora?
DORA: No mamá, no es Daniel el del teatro. Es el chico que vivía acá a la vuelta, el hijo de la almacenera.
MARY: ¡Ah, menos mal! Porque vos sos tan... tan... mirá, no sé cómo decirlo... que sos capaz de empezar otra vez. No te sirve nada de escarmiento.
DORA: ¡Qué escarmiento! Mirá cómo estoy yo, si hubiera seguido bailando estaría en París.
DANIEL: ¡Muerta de hambre quizá!
MARY: O en un foso. O no sabés lo que pasó... (Hace un silencio.) ¿No sabés lo que le pasó a tu amigo Marcos?
DORA: ¿Qué le pasó?
MARY: Lo mataron. 
Dora empieza a sufrir conversiones. Sube lentamente las gradas con música de fondo y va enloqueciendo. Debe llegar hasta la tarima donde se ubicaba en la escena inicial, y allí empezará otra vez con la latita y la piedra. Se apagan las luces.

ESCENA 12

Se enciende una luz sobre Marcos; está sentado como hablándole a su padre en un féretro durante el velorio.
MARCOS: Adiós papá. Parece imposible. Me resulta extraño saber que no voy a verte más. Mirarte como te miraba esos mediodías que agobiado desandabas los canchones del ingenio, con las manos en los bolsillos, ocultas, apretando no sé qué... tal vez impotencia, bronca, frustración... Entonces me llamabas, ¡Marquitos!... Tu sonrisa quedó ahí, papá; retorcida entre válvulas, vapores y calderas. Poco a poco te exprimió. Quizá por eso el azúcar sea tan dulce, papá; porque se roba todas las sonrisas, porque te deja un hueco negro que sólo te permite comer para que cada mañana la sirena te indique que el monstruo te espera, humeante, enorme, haciéndote saber que es poderoso. Yo voy a reconstruir tu tiempo, papá, voy a arrancarte del olvido, fundiré tu esperanza amortajada con la mía y entonces la daré, limpia como una perla, a los que vienen, a los que nacen, a los que paridos sin pausa que ya están palpitando la esperanza.

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